jueves, 26 de enero de 2012

Noches de producción

Los de producción se han marcado hoy una luna llena del carajo. No sé cómo lo han hecho -hoy tocaba luna nueva-, pero ahí está, enorme, inmensa, redonda y blanca. Perfecta sobre el cielo negro; segura de eclipsar con su belleza a estrellas mucho más brillantes que ella.

Los de producción se han portado bien hoy. Han puesto escarcha en la sierra y la tierra marrón luce esta noche tan brillante como la luna. Si tienes el valor de salir a fumar al exterior de la casa, puedes entretenerte rompiendo la fina capa de humedad congelada con el tacón de la bota. Y ni siquiera sientes el frío.

Para salir a fumar hay que franquear una puerta de aluminio, como las que cierran a sus espalda los astronautas que viajan en misión espacial. Si Producción lo tiene todo controlado, las botas con las que rompes el hielo tienen el color del papel de plata. Antes, en el interior de la casa, eran negras, pero Producción está que se sale y enseguida te sientes como si recorrieras la plataforma de hierro que llega hasta el transbordador que viajará a la luna. Por eso han puesto luna llena hoy: para que tengas un primerísimo primer plano de tu destino.

El vehículo lunar es hoy una furgoneta verde que baja a toda velocidad por la 625. Dentro, en lugar de las voces de los ingenieros de Huston, suena Sinatra. No está mal pensado. Estos tíos de Contenidos son muy grandes, me digo, saben cómo dar un buen plano de una cara alegre.

Pero si insisto en el trabajo de mis compañeros de Producción es porque las curvas de la carretera son míticas. Puedes ir en tercera a 4000 vueltas, subir a cuarta, reducir 4 segundos después, meter de nuevo cuarta, quinta y sentir que vas hasta el infinito y más allá.

Como el directo tiene sus tiempos, poco a poco, la carretera va llegando a la ciudad. Pronto llegarás a casa sana y salva después de atravesar incandescente la atmósfera terrestre y te recibirán tus familiares y amigos.

Ni en eso han fallado los de Producción. Ahí está mi gato, mi sombra y Lucinda Williams cantando Can´t let go. Canciones de carretera para cerrar una noche con una escaleta perfecta

martes, 24 de enero de 2012

Anticiclón

Interior. Día. Un apartamento en Chueca
Es invierno. Enero debe estar a punto de terminar. Una mujer, sentada en una banqueta blanca, toma café junto a la ventana de su apartamento. Tiene pinta de haberse levantado hace pocos minutos. Hay anticiclón y ella lee desnuda. El sol baña su cuerpo y, a juzgar por cómo frunce el ceño, el sol la deslumbra. Se levanta y hurga en el bolso que hay en la mesa. Saca unas gafas de sol y se las pone. Luego, enciende un cigarrillo y mira al cielo. Durante unos instantes no deja de miar al cielo.



Corta a



Exterior. Día. El cielo de Chueca.

En el sereno azul del cielo hay tres largas líneas blancas. Son las estelas de tres aviones. Por su grosor vemos la diferencia horaria con la que han sobrevolado la ciudad. A mayor grosor, más tiempo hace que pasaron por ahí.



Corta a

Interior. Día. El apartamento de Chueca

La mujer toma un sorbo de café y vuelve a su lectura. Al instante, levanta de nuevo la vista, pero ahora no mira al cielo. Algo la ha distraído. Dirige la cabeza a la derecha. Luego a la izquierda. Otra vez a la derecha. Inquieta, se levanta de la silla, gira sobre sus talones y ahoga un gesto de sobresalto. Hay una sombra de mujer tumbada en su hamaca blanca y, según todas las leyes de la física, no debería estar ahí.



Mujer

¿Qué haces ahí?

Sombra

Tomar el sol, igual que tú.

Mujer

Yo no estoy tomando el sol, estoy leyendo.

Sombra

Bueno, pues a mi no me apetece leer.

Mujer

No puedes hacer siempre lo que te dé la gana.

Sombra

Mira quién lo dice. La reina del me apetece y lo quiero ahora.

Te recuerdo que deberías estar escribiendo y no leyendo.

Mujer

Ya, bueno, estoy cansada.

Sombra

Yo también.

Mujer

(Airada)

Me voy a la ducha



Mujer sale de plano y Sombra empieza a silbar Birds, de los Eels. De fondo se escucha el sonido de la ducha. Sombra comienza a darse palmaditas en la rodilla, como si siguiera el ritmo de la canción. Al cabo de unos minutos Mujer entra de nuevo en plano. Esta vez lleva tacones, pitillos negros, cazadora de cuero y el pelo suelto.



Mujer

Me voy a trabajar, ¿vienes?



Sombra niega con la cabeza y sigue silbando. La Mujer hace una mueca de desagrado, coge el bolso y sale de plano. El portazo que escuchamos es mítico, pero Sombra ni se cantea. Unos instantes después, segura ya de que Mujer no volverá. Alarga el brazo, coge el ordenador portátil y empieza a escribir. El texto empieza así: "El día que tomé la decisión de convertirme en sombra independiente, en Madrid lucía el sol. Era uno de esos días de anticiclón de invierno que se instalan en la ciudad de cuando en cuando. Tenía un objetivo claro. Si ella no escribía, lo haría yo."



Funde a negro

domingo, 22 de enero de 2012

Abre los ojos


Navegantes en raros artefactos han tomado mi casa. Echo un vistazo alrededor y veo todo tipo de seres que me observan. Hay tres monos, un tucán y un loro. Un Dalí con orquídea en la oreja un cerdo de plástico que aún espera que le eche un euro por la herida que lleva en el lomo, dos vacas, un cangrejo imantado en la nevera, un camello haciéndose una foto en Lanzarote, una bañista en la pared y hasta un rastahfari sentado en un cenicero. Aquellos que hayan pasado por mi casa saben que no miento.



Los de la foto son del comando de reconocimiento, de eso estoy segura. Viajan en una bicicleta que propulsa un globo aerostático. Cuanto más pedalean, más alto vuelan. Llevan años ahí colgados, surcando su propio cielo, y hasta hoy ni siquiera me habían mirado. Andaban en su mundo. O yo en el mío.



Decía Gerald Durrel, en la Guía del naturalista aficionado, que le interesaba tanto el comportamiento de los gorriones que volaban en su jardín como el de un león en celo en la sabana africana. La razón que daba era que todos compartían con él el mismo planeta. Y añadía, además, que no lograba hacer prevalecer sus derechos humanos sobre los del escarabajo de la patata.



Compañeros de viaje hemos tenido todos. Puede ser un escarabajo negro o dos exploradores de latón y cera que cobran vida, te enfocan con un catalejo y te miran directamente a los ojo y te dicen:

- ¿Quién eres?

- Soy yo _respondes.

Y ellos insisten.

- ¿Y quién es yo?

Ahí es dónde te han pillado. ¿Quién eres tú en este pequeño universo de muñecos que hablan?

- Pues no sé muy bien_ murmuras_. ¿El ser humano?

- Pues abre los ojos. ¡Ábrelos! y decide quién eres.



Y los abro, claro que los abro. Pero sobre lo de decidir quién soy, ya lo pensaré mañana.

viernes, 20 de enero de 2012

Hechizos para que la vida se parezca a fumar pipa en Nueva York

Los alquimistas aportan datos confusos acerca de pócimas para la buena vida, pero hoy resulta sencillo conseguir que la vida se parezca al placer de fumar pipa en Nueva York. Es importante conocer los ingredientes y observar al pie de la letra las instrucciones de uso

Ingredientes:
- 1 alfombrilla para el ratón con el mapa del metro de Nueva York.
- 1 lámpara redonda que simule la luna llena.
- 1 cenicero de esos de Ikea que-no-hay-estropajo-que-le-devuelva el-brillo-después-del primer-cigarrillo.
- 1 pipa para ponerle dentro lo que quieras.

Instrucciones de uso:
a) La alfombrilla la tienes que haber comprado en Nueva York. En el Greenwich, a ser posible. Si no, no funciona el hechizo:
Antes de comprar la alfombrilla en el Greenwich, recuerda siempre que tienes que haberte dado un paseo por la biblioteca en busca de un original de Fitzgelard. Vale cualquiera, pero mejor si encuentras "Tender is the night". Además, has debido investigar a dónde van los patos de Central Park cuando el lago se congela. En este punto te recomiendo que le hagas un sentido homenaje a Holden Caulfield, por supuesto. Por último, es imprescindible que tomes el metro hasta el Bronx con una alemana, fotógrafa de boxeadores cubanos, que viva en el Chealsea Hotel. (Juro que vivió allí hasta que, hace unos meses, cerraron el hotel para hacer apartamentos del infierno)

b) Lámpara y cenicero.
Parecen antagónicos, pero son estrictamente necesarios por mor de su idéntico ADN. Ambos son de Ikea y eso les convierte en hermanos. Piensa en la cantidad de cosas que no puede hacer un cenicero si no tiene una buena lámpara que lo alumbre. Piensa, además, en todas las noches de luna llena que no viste en Nueva York por viajar a la ciudad en luna de miel. Aquí tienes el kit del perfecto divorciado.

c) La pipa.
Es el recipiente de los sueños en que harás descansar tu vida. Parecería fundamental su lugar de origen, pero en este ingrediente eso carece de importancia. (La mía viene de Buenos Aires. De alguna de aquellos viajes en los que gasté todo el dinero que tenía y todo el que podía tener en el año siguiente). Sólo debes recordar que, en el momento de su adquisición, el sexo ha de estar presente en tu vida.

A partir de aquí, lo que pongas en la pipa es cosa tuya.

Yo, hoy, me he decidido por la marihuana.


lunes, 16 de enero de 2012

Sonrisas de carnaval en el invierno de Madrid

Hoy nieva en Guadalix. No voy bien abrigada. Tengo frío, pero no lo siento. Reconozco que hace frío, mucho frío. Pero yo no lo siento. Recibo la primera señal de que estoy viva.
Cuando anochece, en Plaza de Castilla sopla un viento del infierno. Un viento de esos que te corta los labios de tal manera que sabes que no podrás besar a nadie a menos que saques el cacao del bolso.
El bolso, que se expande, se rige más por la teoría de la relatividad que por la mecánica cuántica, así que es imposible encontrar una barra que hidrate tus labios. Nunca darás con ella, por mucho que la busques.
No me preocupa. No tengo que besar a nadie en Plaza de Castilla. Es la segunda señal de que estoy viva.

El metro llega al centro y entro en casa. A veces las casa son agujeros negros en los que puedes encender la luz, cerrar los ojos y ver todas las galaxias que engulló la materia oscura. A veces el frío es cálido y el negro es blanco. Cuando llegas a ese estado de comunión con el universo, te conviertes en Replicante. En este momento surge una duda: ¿estoy viva?

A veces también puede ocurrir que entres en la cápsula espacial que con tanto mimo has construido en el sofá y los teléfonos comiencen a sonar. Y cuando suenan los teléfonos puedes hacer dos cosas: contestar o mentir mañana sobre por qué no has contestado.
Hoy decides contestar. Porque es lunes, porque hace frío y porque quieres sentirte viva todo el tiempo que sea posible.
Y ya deberías saber que cuando contestas al teléfono el timbre de la puerta tarda pocos minutos en comenzar a sonar.Y tras el sonido del timbre es consecuencia evidente que los amigos se reproduzcan en el umbral. Es entonces cuando los buenos propósitos sobre dormir las 8 horas reglamentarias se desvanecen; los labios se hidratan; la luna mengua; la noche fluye como fluyen los ríos de buen caudal; los libros que mi "compi de salida" (véase Nemo) trae de "su" Cuba libre te actualizan a Boris Vian ilustrado. Y así, en este calor profundo del largo y frío inverno, puedes pinchar la versión de "Sitting on the duck of the bay" de los Hillbily Mongows para que sea la banda sonora de ese agujero de gusano en el que ahora mismo entrarías si te prometieran que tanta felicidad no va a terminar nunca.
Por eso hoy no puedo estar de acuerdo con los Boomtown Rats y su rollo de que no les gustan los lunes.
Definitivamente, los lunes tengo cara de carnaval.