lunes, 24 de septiembre de 2012

Cuando el viento sopla


Andas autista estos días, como el oso cavernario.
Cada otoño, por estas fechas, notas que el viento se apodera de ti.
Y, sin embargo, hoy te sientes como el árbol de la fotografía, al que querrías convertir en la vela mayor de un barco cualquiera que navega.
Pero te duele la columna vertebral, las muelas se han alzado en rebelión y los pies piden a gritos un baño de agua fría.
Será por resistirte al viento, piensas, y por apretar los dientes para defenderte del huracán, y por sentir los tobillos anclados en tierra del color del plomo.
Será por eso, te dices, como si tú fueras inocente.
Pero, si te dices la verdad, sabes que lo peor para la lumbalgia es dormir la siesta en un sofá de tres al cuarto; que a los dientes los destroza masticar demasiado fuerte la carne guisada de tu madre y que caminar durante horas subida a tacones de diez centímetros es fatal para los tobillos. Como si diez centímetros te fueran a dar una visión general de por dónde te da el aire.
Tardarás unos días en darte cuenta de tus errores, pero cada año, por estas fechas, al final te dejarás llevar por el viento.
Y volarás.
Por costumbre.
Y lo harás sola.
Por decisión propia.

viernes, 14 de septiembre de 2012

De monos que cuelgan de loros

Supe que de algún lejano rincón de la galaxia tu amor volvería de nuevo a darme las gracias.
Lo dice Drexler, en "Todo se transforma".
Será cierto, piensas, mientras escuchas, feliz, los ruidos de la noche, que aquí, al contrario que en el resto de la ciudad, son leves y suaves.
En este barrio no hay chinos a los que bajar a por una lata. De hecho, desde aquí no hay lugares a los que bajar. Sales por la puerta y ya estás en la calle, aunque la calle esté vacía y no parezca ni calle ni nada.
Pero aquí dentro ocurren cosas importantes. Puede ocurrir, sucede, que tus ojos vean cosas que antes no veían. Ves un loro que cuelga del techo de la madera del techo de una habitación que está lejos. Y de él cuelga un mono, que no sabe en qué momento se quedó colgando de un loro.
El mono se parece a ti. Tiene cara de bobo.
Y tú andas boba estos días. Como un mono colgado de un loro que se agarra al techo de madera de una habitación lejana desde la que se veía la Cruz del sur.
Por las noches veo muertos, ríes, al ver visiones que hace años que no veías.
Y te das cuenta de que aquellos años en los que diste tanto amor como para colgarte de un loro, vuelven ahora, a las puertas de este otoño, que se presenta caliente.

Darías lo que fuera por sentir lo que sentiste en aquella habitación de Ubatuba, pero sabes que nada se pierde. Así que estás tranquila. Sabes que todo vuelve cuando va primero.
Decides irte a dormir.
Mañana hay manifestación.
Será mejor que estés fresca para escuchar a la gente gritar.
Tú no gritas, pero la rabia te contagia.
Y estás convencida de que ese grito todo lo transforma.


lunes, 10 de septiembre de 2012

Estamos locos

Andas con la cabeza en otra parte, justo debajo del brazo. Tienes melancolía. Esa melancolía tranquila de lo que está por llegar.Miras por la ventana. Igual que tu gato mira pasar los coches que no pasan por esta calle. Levantas la vista al cielo, en busca de Venus, o de la Estación Espacial Internacional, que la gente las confunde, y te quedas colgada en alguna constelación que no distingues mientras piensas cómo irán las cosas en Marte.Te lías con los restos un cigarrillo que te ponga en órbita. Apenas quedan restos.La órbita será pequeña, piensas, pero suficiente para pasar la noche.

Buscas canciones entre spotify y youtube que se hayan escrito para el momento que vives. Y resulta que todas se han escrito para lo que sientes. Saltas de Sabina a una ranchera y de ahí a Bobby Blue Bland. Pasas por Zenet de nuevo, que es tu banda sonora del verano, le haces un homenaje a Elvis, a Janis Joplin a Radio Futura y te llegas hasta Fito, en su concierto del 2011. Y ahí te quedas, sin saber muy bien si fue la pereza de seguir buscando o el deseo de un poco de directo, que hoy el día parece más bien una transmisión en diferido.

Distraída, colocas la cabeza que llevas bajo el brazo delante de la pantalla. Mejor teclear a dos manos, te dices. Dudas entre buscar trabajo o leer la prensa vespertina. Como tu cabeza piensa una cosa y tu cuerpo otra, decide el historial del navegador y saltan las páginas de los periódicos.
Los abres distraída, como si languidecieras en cada clic.

Nada te interesa hoy. Merkel se largó de Madrid muy contenta con Rajoy. Rajoy se quedó contento consigo mismo. La bolsa se puso contenta porque el BCE dijo que comprará deuda española. Todo el mundo parece contento, pues. Los mismos de siempre. Otro paso seguro hacia el desastre.  Un verano de tedio, diría la gente.
Como dicen que la gente sabe lo que dice, te dices que estás equivocada, que este verano, que para ti está siendo el cielo, pues es un verano de mierda. Y se lo dices a todo el mundo, "vaya un verano de mierda". Es mejor disimular ante la gente, no vaya a ser que piensen que tienes una cuenta en Suiza, te han eximido de pagar impuestos y no irás a la cárcel por ello.

La gente habla también del calor de este verano. Como si el mundo se hubiera vuelto loco, dicen.
Pero tú hace tiempo que sabes lo loco que está el mundo. No tienes más que recordar que agosto empezó con un electricista que robó un códice que nadie entiende y terminó con una anciana que restauró a un dios con la carita devorada por el salitre. La anciana y el electricista se hicieron famosos. Como dios manda.

Y por el camino, se te quemó el país, te preguntaron si te gustaba viajar y el sexo y terminaron por mandarte a "tomar por el culo", que debe ser un lugar maravilloso, a juzgar por cómo sonríen mis amigos gays y los políticos que repitan la frase en el Congreso. ¿O dicen "que se jodan"? Lo mismo da.

Aquí no se puede abortar ni trabajar, te dices. En las taquillas de los cines recaudan impuestos en sesión doble, y en las peluquerías te cortan el pelo con la tijera en una mano y la pistola en otra. También han puesto seguridad en las puertas de los colegios, por si a algún homeless le da por asaltar a los niños al grito de el tupper o la vida.

Habrá que estar seria en este septiembre que ahoga al sol más rápido de lo que lo hizo agosto, pero no hoy. Habías quedado que hoy era noche privada para disfrutar de lo que vendrá. Tu cabeza te pide que vuelvas a tu spotify para seguir comprobando que todas las canciones de amor fueron escritas para ti. Y entre escuchas y recuerdos del futuro, te asalta la idea de hacerte un video porno. Por darle a él una alegría con tu cuerpo virtual.  Pero cuando estás a punto de colocarte el móvil entre las piernas, te sale un youtube que te recuerda que todas podemos ser Olvido Hormigos. Así que cierras el ordenador, coges la cabeza que hay frente a la pantalla, te la pones sobre los hombros y te vas a la cama, no vaya a ser que termines en los tribunales sin tener siquiera una cuenta en Suiza.

Y antes de dormir crees que la vida no es vida como tal, sino que, como dice tu amiga Gemma, se parece mucho a una película de Berlanga.