jueves, 24 de mayo de 2012

El universo se expande


Mañana volverá a dolerme la espalda. Esta manía recientemente adquirida de tumbarme en el patio a mirar las estrellas que los edificios me impiden, me va a costar otro lumbago. Desde aquí sólo se ve una porción pequeña del cielo, así que, inútil dolor, diría yo, si lo que quiero es ver la estación espacial internacional; necesario y bien-venido, si pretendo soñar con un viaje a  Venus.
El dolor es relativo, pienso ahora. Depende de las expectativas. Y lo pienso porque ya sé, en mi inconsciente búsqueda de un lugar en lo oscuro, qué les espera mañana a mis riñones. Es probable que, ante el dolor asegurado, mi estado de ánimo sea el que decida si he visto Venus o no he logrado avistar la estación espacial. Elegiré, como hago siempre, la opción Venus. Cosas del auto engaño.
Y mi ánimo, ya me voy acostumbrando a ello, es relativo, como el universo, que, por cierto, se expande.
Un ánimo que se expande bien merece una manta bajo la espalda. La coloco para darme calor y no puedo evitar pensar que, definitivamente, no soy dios. 
Esta noche apenas veo dos estrellas cubiertas de nubes.

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