domingo, 5 de febrero de 2012

La vida va en serio

Dice mi amigo Ignacio que los niños no hablan igual de la muerte cuando tienen cinco años que cuando tienen ocho. Que no la imaginan igual.
Dice también que hay un momento en el que los niños se dan cuenta de que la vida va en serio. La paradoja es que lo hacen cuando descubren que es la muerte lo que va en serio.
Lo dice por teléfono, pocos minutos antes de colgar. Anoto la frase. Me doy cuenta de que no fui a clase el día que explicaron que la vida va en serio.
Decía Murakami, en Kafka en la orilla, que los niños precoces nunca maduran. Se convierten en adolescentes eternos. En definitiva, no saben nada de la muerte.

Y no sé a qué carta quedarme.
Puedo subir a la cama y soñar que muero por el amor de un soldado alemán en la Francia ocupada o ponerme el bañador de flores y tirarme al agua de la piscina.

Opto por abrir una lata de cerveza. Mi refresco favorito desde que dejé de beber.

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