viernes, 14 de septiembre de 2012

De monos que cuelgan de loros

Supe que de algún lejano rincón de la galaxia tu amor volvería de nuevo a darme las gracias.
Lo dice Drexler, en "Todo se transforma".
Será cierto, piensas, mientras escuchas, feliz, los ruidos de la noche, que aquí, al contrario que en el resto de la ciudad, son leves y suaves.
En este barrio no hay chinos a los que bajar a por una lata. De hecho, desde aquí no hay lugares a los que bajar. Sales por la puerta y ya estás en la calle, aunque la calle esté vacía y no parezca ni calle ni nada.
Pero aquí dentro ocurren cosas importantes. Puede ocurrir, sucede, que tus ojos vean cosas que antes no veían. Ves un loro que cuelga del techo de la madera del techo de una habitación que está lejos. Y de él cuelga un mono, que no sabe en qué momento se quedó colgando de un loro.
El mono se parece a ti. Tiene cara de bobo.
Y tú andas boba estos días. Como un mono colgado de un loro que se agarra al techo de madera de una habitación lejana desde la que se veía la Cruz del sur.
Por las noches veo muertos, ríes, al ver visiones que hace años que no veías.
Y te das cuenta de que aquellos años en los que diste tanto amor como para colgarte de un loro, vuelven ahora, a las puertas de este otoño, que se presenta caliente.

Darías lo que fuera por sentir lo que sentiste en aquella habitación de Ubatuba, pero sabes que nada se pierde. Así que estás tranquila. Sabes que todo vuelve cuando va primero.
Decides irte a dormir.
Mañana hay manifestación.
Será mejor que estés fresca para escuchar a la gente gritar.
Tú no gritas, pero la rabia te contagia.
Y estás convencida de que ese grito todo lo transforma.


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