jueves, 25 de octubre de 2012

Ándale

No viene a cuento contar de dónde vienes esta noche.
No traes souvenirs para tu gente.
Apenas pudiste fotografiar un sombrero mexicano para demostrar que estuviste allí.
Y ni siquiera sabes si el vuelo hizo un trayecto directo o si paró en San Petersburgo.
El tequila, a veces, se parece al vodka. No por su color o su sabor, sino por cómo olvidas el lugar desde el que vuelves.
Tú sabes de qué hablas.
Los aviones, como las ciudades que te acogen, son tan leves como las mariposas. Se aparean, crían gusanos en capullos, acontecen y, al final, vuelan mariposas.
Y acontece que el cielo por el que volaste te lleva de nuevo a Madrid, ese útero extraño que te protege y saca mariachis a la calle sólo porque un amigo (y su amigo) decide sacar mariachis a la calle.
En una noche más mojada que un arca que espera cumplir los caprichos de dios, tus amigos deciden ofrecer una fiesta a mayor gloria del tequila y la alegría. Brindamos todos  porque la crisis no nos inunde.
Y llamamos a la crisis Maricarmen, por aquello de quitarle hierro.
No nos afecta, no nos destruye, no nos aleja de México, el lugar en el que ahora, que llega la madrugada, querríamos estar, si este avión no hubiera parado en San Petersburgo.

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