miércoles, 15 de enero de 2014

Gatos que duermen veinte horas

Ya decía bien Bukowski cuando contaba que los gatos duermen 20 horas al día.
Lo decía entre admirado y cabreado. Y lo entiendo.
Es como cruzar Doctor Esquerdo desde la rampa de ambulancias del Gregorio Marañón al Tiángulo. No hay paso de peatones y se necesita estar alerta a los coches que salen del túnel en dirección sur. La gente, cuando lo cuentas, te llama suicida, pero tú sabes que hay un punto exacto en el que se ven a la vez la curva descendente, el cambio de rasante y la pronunciada subida que termina en Ibiza. Sólo puedes hacerlo si te has perfeccionado en el arte de cruzar Doctor Esquerdo por donde no se debe.
O como colgar en la pared del ordenador un mapamundi que te recuerde que te largas de aquí en cuanto puedas. No porque quieras, sino porque te adaptas a todo. Miras fijamente durante muchas horas el país de destino y es como si ya hubieras estado.
Si eres un gato, tienes la paciencia suficiente y una vista de lince, al final, eres capaz de cruzar Doctor Esqueredo sin mirar, mirar luego fijamente el mapa del mundo y dormir 20 horas soñando con las calles que vas a cruzar ilegalmente en ciudades imposibles mientras sale la luna llena y relees a Bukowski.

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