Sólo ha durado unos segundos, la luz, me refiero, pero ha sido sorprendente. A punto de esconderse, el sol ha iluminado el edificio que hay frente a mi apartamento. El edificio es alto y blanco y la luz, al reflejarse en él, como si fuera la pantalla de un fotógrafo, ha rebotado y me ha dado directamente en los ojos. Me pregunto cuántos párpados se habrán cerrado hoy, cegados por el sol.
No hay ningún misterio en la luz del atardecer, pero sí en cómo las flores de la terraza han comenzado, inmediatamente después, a emanar un fuerte y dulce olor. No me haría estas preguntas si no anduviera sumergida desde hace tres horas en los mundos de varias dimensiones que relata "El fin de Mr. Y". He elegido el libro para salir un rato de mi propia mente, que a veces, como dijo ayer una mujer acerca del metro de SaoPaulo cuando entró a empujones en el vagón, me parece "pura locura". Igual que los libros, las flores y las luces que se reflejan en los rascacielos de esta ciudad.
martes, 4 de noviembre de 2008
Pura locura
miércoles, 22 de octubre de 2008
Mujeres que duermen
Y miento, porque en Beijing los baños públicos tenían letrinas. Será que las mujeres chinas prefieren mojarse los tobillos a sentarse en un lugar en el que se ha sentado medio planeta.
Es cuestión de gustos, o de costumbres.
A Mafalda le preocupaban mucho los chinos. Decía que no era lógico que ellos se fueran a trabajar mientras los demás dormíamos, que eso era competencia desleal.
A Murakami, en cambio, en After Dark, le preocupan los televisores que en medio de la noche secuestran a mujeres de sus dormitorios y las llevan a una dimensión en la que la realidad es otra. Sólo lo hacen con aquellas mujeres que no quieren despertar, mientra que las que están despiertas tienen que velar el sueño de las que duermen. Hay muchas maneras de dormir y una mujer que permanece despierta debe mantener la alerta. Así ha sido siempre, desde que el mundo es mundo en Sao Pauo, en Beijing y en Kioto. Me pregunto qué mujer estará velando por mi en España.
lunes, 22 de septiembre de 2008
El constante tránsito de lo oscuro a lo oscuro
jueves, 31 de julio de 2008
La linea 5 en Madrid, la verde en Sao Paulo

Otro hombre ha subido al metro en la estacion de Mooca. Vende revistas de cocina que cuestan en el quiosco 3,5 reales a 1 real. Anuncia a los cuatro vientos que quien la compra aprende a asar pescado con salsa de leche de coco.
A veces me confundo y no sé dénde estoy.
Hoy me conformo con cocinar tortilla de patata en Sao Paulo mientras escucho a los Skank. Cualquier cosa por olvidar que esta noche toca Joao Gilberto a unos metros de aqui y no he conseguido entradas.
jueves, 10 de julio de 2008
Del diario de Olivia II

miércoles, 9 de julio de 2008
Naturaleza infiel
Charlie se ha ido. Desde hace unos días no aparece por casa, ni siquiera a comer.
Charlie es un golfo, no puedo negarlo, pero no es normal que no haya vuelto desde el lunes. He preguntado en el bar de Los Jiménez si podían echar un vistazo al patio interior. Por si se hubiera caído, le he dicho a la camarera. Charlie se suele largar por los tejados cuando me levanto para ir a trabajar y pasa todo el día fuera. Hasta ahora era un tema que no me preocupaba. Al fin y al cabo sé que hay muchas gatitas blancas con las que yo no puedo competir.
Pero Charlie siempre vuelve.
Mañana pondré carteles con su foto por los portales del barrio. Por si todo fuera fruto de su naturaleza infiel.
Cristina Grande ha escrito una novela. Por dios, léanla.
martes, 8 de julio de 2008
Humo y espejos
Hay cosas que huelen a la parte de debajo de las cosas. Los trolls, por ejemplo. Los trolls se comen la vida de las personas que no son inocentes, y si un troll te pide tu vida, tienes que dársela. Sabes que, antes o después, dejará de merecer la pena vivirla.
Hay días en los que uno rendiría su alma al ataque de un troll.
Hoy no es uno de esos días. Hoy, después de ver cómo tocan los Blues Brothers, me doy una dosis de humo y espejos con Neil Gaiman.
viernes, 20 de junio de 2008
Las ratas de Chueca
lunes, 16 de junio de 2008
Del diario de Olivia
lunes, 2 de junio de 2008
Una habitación en Buenos Aires
Si alguna vez me preguntan cuál es la ciudad en la que puedo encontrarme (que nada tiene que ver con perderme), diré que es Buenos Aires.
Tal vez me hayan secuestrado y tenga ese síndrome extraño que habla de Estocolmo.
Tal vez, cuando esté mejor que hoy, haga un sesudo análisis de la ciudad y publique un breve ensayo acerca de la creatividad que la atraviesa como una lanza.
Porque hoy, Buenos Aires, es para mi La Ciudad.
Cuando tengan un huequito, vayan al 1551 de Acuña de Figueroa.
Vayan a la habitación sin número, en cuya llave sólo pone "doors".
Entren, respiren y sientan.
Ahí estaré yo durante una temporada.
No le den vuelta tampoco al amor que sienten.
Es mi amor. En esa habitación hay magia.
Durante unos días, por favor, dejen que sea mi magia.
lunes, 12 de mayo de 2008
jueves, 8 de mayo de 2008
Un gato en la ventana
martes, 6 de mayo de 2008
Apocalypse Now

"...y digo magnífica porque allí había, en orden de importancia, el siguiente despliegue de medios.
- 12 unidades móviles de televisión
- 250 periodistas acreditados
- 1 escenario/pasarela de 20 metros cuadrados
- 25 focos de alta potencia para actuaciones de grandes bandas
- 32 altavoces con no sé cuántos vatios de potencia
- 3 mesas de mezclas para:
a) pinchadiscos
b) ruidos/gritos de la afición
c) speaker/animador del cotarro.
- 25 furgonetas de policía nacional
- 50 unidades móviles de policía local
- 70 efectivos del Samur
- 50 perros.
- 4 helicópteros
- 1 hospital de campaña
Resultado:
Desde las once de la noche, riadas de jóvenes de sonrisa ancha y lluvia (de vino) en el pecho caminan por la Castellana interceptando todos los coches con enseñas madridistas (y por supuesto, increpando a quien no las lleva), camino de algo parecido a un concierto de Metallica, pero sin Metallica. A cambio, cinco horas (va en serio, cinco), sonando, por este orden, “We are the Champions”, “Campeones, campeones, oeoeoeoeeeo” y “Hala Madrid”, tres grandes éxitos trufados de la incomparable narración del speaker, cuya voz, atronadora gracias a una instalación de sonido que para sí quisieran los Rolling, grita una y otra vez cómo el Madrid es el equipo más grande de la historia del fútbol del mundo mundial. Airea tanto las 31 ligas blancas conseguidas que convierte Cibeles en una tienda de lencería para novias.
Acompañando sonido tan evocador, los cuatro helicópteros sobrevuelan la escena del crimen con insistencia y toman como epicentro el cuarto derecha de la calle San Marcos número 29. Parece que han encontrado al asesino. O algo peor, han descubierto la plantación de marihuana que escondo en mi mansión porque sus focos entran por las ventanas de la casa como si allí dentro se escondiera el cártel de Medellín, hecho que, animado por los frenéticos ladridos de 50 perros borrachos de tanto husmear papeleras llenas de cerveza y calimocho, convierten a Charlie y Nakata en dos gatos histéricos que maúllan y se esconde bajo el edredón donde, inocente de mí, intento conciliar un sueño reparador.
A las dos de la madrugada me quedo sin tabaco y bajo al salón en busca de alguna pava que calme mis nervios. Seguida por los gatos asustados (no hay nada peor, ¡dios!, que dos gatos asustados) conecto el televisor para averiguar cuánto queda de concierto o de redada o de lo que sea que está ocurriendo. Cuál no es mi sorpresa y desesperación al comprobar que la gran banda “Madridwearethechampions” ni siquiera ha llegado a la ciudad. Ahora conectan en directo con el aeropuerto, ya que el avión que los trae pide pista para aterrizar. Apago la tele. Si mis cálculos son correctos, entre que toman tierra, saludan, se suben al bus, recorren los quince kilómetros que les separan del estadio de la Cibeles, suben al escenario y dan su recital de esto-no-hubiera-sido-posible-sin-vosotros-que-sois-la-mejor-aficion-del-mundo-y-que-se-joda-el-barca, al asunto le faltan un par de horas para terminar. Durante ese tiempo pienso en cómo odiar al Madrid más todavía y en un estado de duermevela que confunde realidad y sueño, imagino cómo Charlie y Nakata, conocedores de un antiguo conjuro felino, dan vida a los leones que tiran del carro de la diosa Cibeles y devoran, por este orden, al speaker, a los 22 jugadores, al cuerpo técnico, al entrenador y a las 50.000 almas que piden que Raúl vuelva a la selección. Raúl, para mi regocijo, es el último en morir.
La orgía de sangre me hace temblar víctima de un sudor frío que recorre mi espina dorsal, pero pronto me doy cuenta de que lo que realmente ocurre es que los comandos de ataque que intentan descolgarse desde los helicópteros y entrar por mi ventana son en realidad las tropas francesas que el tres de mayo fusilaron a los valientes madrileños que se levantaron contra la ocupación extranjera. Bayonetas de repetición brillan bajo los potentes focos que manejan los soldados mientras suena Apocalypse Now. Mi hora está cerca. Sólo me quedan dos gatos que, valiente y arrojados, echan su última meada antes de saltar sobre el enemigo.
Veo el final del túnel, vienen a por mí, es el final. Sola, desesperada, al límite de mis fuerzas tras el largo asedio, decido morir matando y concentro toda mi fuerza, cual jedi, en la única arma que puede salvarme… EL DESPERTADOR.
viernes, 25 de enero de 2008
cosas que hacer en enero cuanto estás viva
Cuesta salir del mar, pero la hipotermia amenaza con parar el corazón.
El corazón se quedaría allí, bajo las olas, si pudiera, pero no hay cuerpo que ande sin corazón.
El cuerpo se ha congelado. Si el mío tuviera pene ni siquiera me lo vería.
Tener pene tendría otra ventaja añadida y es que no andaría de rama en rama, como los monobos, probando ahora una tranca, ahora otra.
Los monobos son felices. Lo dicen sus escrituras sagradas.
Bajo el agua, con los ojos fijos en el sol, una se siente como el dios de los monobos, que no tiene más moral que la felicidad.
Todo el mundo sabe que hay atardeceres inolvidables. Pero este que miro ahora es más inolvidable todavía. Tres vodkas y un porrillo pueden hacer de cualquier atardecer de enero un momento único en el universo.
Me lo quedo para mí. El atardecer, me refiero. Me lo quedo de tal modo que mañana pueda cerrar los ojos y recordar que ayer fui un mono sagrado, con una tranca sagrada, sumergido en un mar de paz.