Es invierno. Enero debe estar a punto de terminar. Una mujer, sentada en una banqueta blanca, toma café junto a la ventana de su apartamento. Tiene pinta de haberse levantado hace pocos minutos. Hay anticiclón y ella lee desnuda. El sol baña su cuerpo y, a juzgar por cómo frunce el ceño, el sol la deslumbra. Se levanta y hurga en el bolso que hay en la mesa. Saca unas gafas de sol y se las pone. Luego, enciende un cigarrillo y mira al cielo. Durante unos instantes no deja de miar al cielo.
Corta a
Exterior. Día. El cielo de Chueca.
En el sereno azul del cielo hay tres largas líneas blancas. Son las estelas de tres aviones. Por su grosor vemos la diferencia horaria con la que han sobrevolado la ciudad. A mayor grosor, más tiempo hace que pasaron por ahí.
Corta a
Interior. Día. El apartamento de Chueca
La mujer toma un sorbo de café y vuelve a su lectura. Al instante, levanta de nuevo la vista, pero ahora no mira al cielo. Algo la ha distraído. Dirige la cabeza a la derecha. Luego a la izquierda. Otra vez a la derecha. Inquieta, se levanta de la silla, gira sobre sus talones y ahoga un gesto de sobresalto. Hay una sombra de mujer tumbada en su hamaca blanca y, según todas las leyes de la física, no debería estar ahí.
Mujer
¿Qué haces ahí?
Sombra
Tomar el sol, igual que tú.
Mujer
Yo no estoy tomando el sol, estoy leyendo.
Sombra
Bueno, pues a mi no me apetece leer.
Mujer
No puedes hacer siempre lo que te dé la gana.
Sombra
Mira quién lo dice. La reina del me apetece y lo quiero ahora.
Te recuerdo que deberías estar escribiendo y no leyendo.
Mujer
Ya, bueno, estoy cansada.
Sombra
Yo también.
Mujer
(Airada)
Me voy a la ducha
Mujer sale de plano y Sombra empieza a silbar Birds, de los Eels. De fondo se escucha el sonido de la ducha. Sombra comienza a darse palmaditas en la rodilla, como si siguiera el ritmo de la canción. Al cabo de unos minutos Mujer entra de nuevo en plano. Esta vez lleva tacones, pitillos negros, cazadora de cuero y el pelo suelto.
Mujer
Me voy a trabajar, ¿vienes?
Sombra niega con la cabeza y sigue silbando. La Mujer hace una mueca de desagrado, coge el bolso y sale de plano. El portazo que escuchamos es mítico, pero Sombra ni se cantea. Unos instantes después, segura ya de que Mujer no volverá. Alarga el brazo, coge el ordenador portátil y empieza a escribir. El texto empieza así: "El día que tomé la decisión de convertirme en sombra independiente, en Madrid lucía el sol. Era uno de esos días de anticiclón de invierno que se instalan en la ciudad de cuando en cuando. Tenía un objetivo claro. Si ella no escribía, lo haría yo."
Funde a negro
1 comentario:
Hay veces que el clima mismo te inspira. Yo recuerdo muchas tardes de viaje por Buenos Aires, en alguno de los apartamentos en Palermo que alquilé durante varios años, y había algunos que tenían balcones espectaculares, donde no podías hacer otra cosa que ponerte a escribir!
Lore
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